La Semana Santa en Badajoz se presenta como un cautivador crisol de espiritualidad, historia, arte, color y austeridad, logrando la distinción como «Fiesta de Interés Turístico Nacional» en 2011. Este evento va más allá de su naturaleza religiosa para convertirse en un testimonio vibrante de la opulenta historia, el arte excepcional, la devoción tangible y la arraigada tradición que caracterizan a la ciudad.
El linaje de la Semana Mayor de Badajoz se remonta al siglo XVI, con más de cuarenta cofradías que han desfilado por sus calles a lo largo de los años. En la actualidad, once de estas cofradías, cada una con su propia narrativa, exhiben monumentos y obras de arte en los rincones más pintorescos del casco antiguo. Este loable esfuerzo se lleva a cabo gracias al trabajo discreto de los costaleros, quienes asumen la crucial responsabilidad de llevar los pasos.
La festividad comienza en el Viernes de Dolores y culmina en el Domingo de Resurrección, siendo cada día marcado por procesiones únicas y emotivas. Destacando en el Jueves Santo, se produce uno de los eventos más significativos con la salida de la Patrona, la Virgen de la Soledad.
La veneración a esta Virgen se remonta a 1664, cuando llega a Badajoz y es colocada en la ermita del Convento de San Onofre. La fama del santuario trasciende fronteras y ha sido favorecida por varios privilegios pontificios. En la actualidad, la Virgen de la Soledad reside en su propia ermita, lugar de culto para los lugareños que rezan a cualquier hora del día o la noche.
La Hermandad de Nuestra Señora posee una historia centenaria y es la Cofradía más destacada de Badajoz, con la imagen «única» de la Virgen de la Soledad como titular. En la década de 1940, llegó a tener más de 2700 hermanos, siendo autorizada incluso a salir en procesión durante la República, cuando estos actos estaban prohibidos.
En la tarde del Jueves Santo, la plaza de la Soledad y sus alrededores se llenan de pacenses para presenciar la salida de la Virgen de la Soledad. Los pasos del Cristo de la Paciencia y el Santísimo Cristo del Ecce-Homo abren el camino, seguidos por la conmovedora presencia de la Virgen. Los costaleros superan las dificultades para sacarla de la ermita, un momento esperado por miles de devotos que experimentan júbilo y emoción.
La Virgen desfila sobre un paso de exquisito gusto artístico, portando una Madona italiana tallada en Nápoles entre 1660 y 1664. Su carácter y personalidad únicos irradian un sentimiento limpio y maternal, convirtiendo este desfile en uno de los momentos más especiales de la Semana Santa en Badajoz, donde arte y religión convergen de manera extraordinaria.