El inicio de la Semana Santa engalana Badajoz. La ciudad se viste de fe gracias a cofrades, costaleros y capataces que, con la constancia de una devoción centenaria, ofrecen lo más íntimo de su espíritu en forma de procesión para relatarnos la Pasión de Cristo y transformar nuestros barrios en telón de fondo de un espectáculo de singular belleza y profunda emoción.
La Semana Santa es una experiencia que nos permite reconciliarnos con nuestra ciudad y nos invita a regresar a esos lugares que, a fuerza de costumbre, se han vuelto memorables. Cada uno elige los suyos. Los turistas buscan los más emblemáticos, los que les aseguran la foto perfecta, el instante inolvidable, y los vecinos sencillamente tienen sus lugares de toda la vida. Para llegar a ellos, hay que subir calles en cuestas, hay que atrincherarse horas en una esquina, hay que llamar a ese familiar o viejo amigo para que nos reserve un espacio en el balcón o nos deje asomarnos por un hueco de la ventana. Cuanto más introspectivo y privado se vuelva, cuanto más duro sea llegar a él o conservar el sitio, más nos gusta ese lugar de la ciudad, ese que es nuestro rincón de Semana Santa.
Y entonces llega el paso, que nos cuenta una historia, que nos habla de un rito, de un símbolo, de una creencia. Es un cortejo que viene precedido por la música de cornetas y tambores, que poco a poco empieza a oler a cera derretida e incienso, que luego brilla con la luz tenue de los cirios junto al resplandor cansado de las viejas farolas, y que finalmente se va perdiendo hacia el fondo de una callejuela o al interior de un templo dejando tras de sí las huellas de los muchos pies que están caminando para formar un solo cuerpo, que son pies y esfuerzo, que son pies y misterio. Pies de hombres y mujeres que, en el anonimato de un fervor humilde y solemne, tan misterioso como el de los nazarenos de rostros ocultos bajo capirotes aterciopelados, hacen levitar sobre sus hombros la gravedad de una manifestación religiosa que hace visible lo invisible y que nos hace compresible lo incomprensible.
Hay mucho que contar sobre una Semana Santa que a todos cautiva en Badajoz, sin importar si el que la vive es creyente o no. Porque la Semana Santa es ante todo la exaltación de una expresión cultural que, más allá de su esencia religiosa, también nos fascina con su empaque artístico y expresivo. Cada paso es un tesoro de nuestro patrimonio, cada procesión es la recreación popular de una obra de arte. Nuestra Semana Santa está repleta de elementos y costumbres que queremos compartir con el mundo, y por eso no cejaremos en el empeño marcado por este Ayuntamiento de lograr el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional.
Desde aquí os invito a revivir el esplendor, la majestuosidad y la sensibilidad de nuestra Semana Santa a través de las fotos que aparecen en este catálogo, retratos para la eternidad de una festividad llena de significado y vida.
Francisco Javier Fragoso Martínez
Alcalde de Badajoz